Es imposible decir que aquí no ha pasado nada. Ha pasado mucho y, como toda batalla, ha dejado sus heridas. Pero acá, en el EPAM, las llagas han cicatrizado en un profundo e imborrable aprendizaje.
Ya lo habían dicho los alumnos: hasta que no se hiciera el acto inaugural, hasta que las aulas no estuviesen llenas nuevamente, no iban a cejar en su pelea por recuperar la casa de Rivadavia 417. Y ayer llegó el gran momento: una placa conmemorativa se descubrió y les dio la bienvenida al hogar que ellos nunca quisieron abandonar.
A las 11.10 llegó la rectora de la UNT, Alicia Bardón, la mujer de la sonrisa eterna. En el estrecho zaguán de la vieja casona recibió abrazos de sus funcionarios y agradecimientos de algunos alumnos que estaban esperándola. La gratitud de la tercera edad se convirtió en aplauso cuando la jefa de la UNT llegó al jardín trasero de la casa, el espacio que ha sido testigo de las más grandes alegrías de los alumnos: allí festejaron el Día del Estudiante, corretearon en las clases de gimnasia y actuaron en las clases de teatro.
Bardón estaba feliz. Estaba poniendo el punto final a un conflicto que casi cumple dos años, mucho más tiempo que los tres meses que lleva de gestión. “Estoy muy emocionada, muy contenta de estar de nuevo acá, en este lugar donde hemos comido empanadas, donde hemos bailado y festejado durante tantos años. Me emociona saber que los escollos que hemos afrontado no han sido motivo para detenernos y que los malos entendidos se han superado para llegar a este final feliz”, dijo la rectora en su discurso y se ganó un nuevo aplauso. Pero su sonrisa indomable desapareció durante unos minutos cuando volvió a tomar asiento: había tomado el micrófono “Bibí” Ponce de León, una de las más activas luchadoras en esta causa y la referente principal del grupo denominado “Autoconvocados del EPAM”. Después de 20 meses de lucha, “Bibí” no estaba dispuesta a callarse nada y mucho menos cuando había recibido una ovación de todos sus compañeros, con “¡bravos!” incluidos.
“A fines de 2012, cuando anunciaron nuestro traslado (a la ex Usina, donde funciona otra sede del EPAM), fue muy grande nuestra desilusión en la búsqueda de un lugar digno para estudiar. En estos 20 meses de reuniones semanales en la Biblioteca Alberdi, que fue nuestra casa durante todo ese tiempo, comprobamos que querer es poder, a pesar de la indiferencia de las autoridades que en ese momento estaban al frente de nuestra magna casa de estudios. Pero ahora regresamos a nuestra casa, la que ha sido siempre cobijo de nuestra alegría”, expresó la abuela. Sólo con las palabras finales de su discurso, Bardón recuperó la sonrisa: “ahora queda aplaudir, cuidar y valorar el esfuerzo de todos. Venga entonces un abrazo reconciliador”, finalizó.
Del acto inaugural participaron también Marcelo Mirkin (secretario de Extensión Universitaria), quien estuvo sentado durante toda la ceremonia junto a Gabriel Yedlin, viceministro de Salud de la Nación. También acompañaron Arturo Sassi, subsecretario de Extensión y José Hugo Saab, secretario de Políticas y Comunicación Institucional. Entre los invitados “estelares” estaba el farmacéutico Ricardo Somaini, uno de los fundadores del EPAM, inaugurado en 1985, durante la gestión del rector Eugenio Flavio Virla.
La vida y la alegría parecen haber vuelto a la casa de Rivadavia 417, donde esta semana comenzaron las clases. Mientras la orquesta del barrio Juan XXIII hacía bailar zambas, chacareras y carnavalitos a los “viejos”, otros sacaban sus cuadernos de la mochila y tomaban nota de los talleres que realizarán este año lectivo, corto pero feliz.